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Foto del escritorNerea Casado Psicología

Huellas.

‘Mi huella no se ve en el suelo sino en el corazón de muchas personas’.


Es lo mejor que he leído hace tiempo. No deja de ser una reflexión tan profunda que quizás haga plantearte la sencillez de la vida por encima de cualquier complicación que pudiera aparecer.


Y es así de fácil, uno deja huella en las personas que forman parte de su vida, en las personas que te acompañan en el camino, en las personas que te rodean, que están a tu lado, permanezcan o no, te acompañen día a día o solo por un tiempo. Pero uno realmente es, lo que deja en los demás.


Sin embargo, nos pasamos los días preocupados por esa ‘huella’ que vamos a dejar en la humanidad. No a gran escala, aunque algunos la piensen también. Sino que nos centramos en dejar pasos marcados en el camino que hacemos, que se sepan, se vean y en parte que se reconozcan físicamente: tu carrera, tu gran trabajo, tu invento, tu casa, tus seguidores, otra casa, la piscina en el campo, tal cosa que organicé, la pertenencia a una asociación… y todas esas cosas están bien, es decir, no hay que dejar de lado cada logro que consideramos importante. El problema se centra en pasar por alto que quizás hay algunas otras cosas de las que podemos hacernos cargos y dejamos de lado. Que posiblemente, ocuparnos de ellas, tenga un valor superior, con nosotros mismos y con los demás. Que seguramente nos hagan mostrar quiénes somos y créeme que es por ello por lo que seremos recordados.


Dejar cosas positivas en aquellas personas que están con nosotros, con las que sentimos bienestar y con las que todo funciona no es difícil. Quizás, en algunas ocasiones, ser más empáticos y estar más pendientes de las necesidades de los demás, podría hacer que se incremente tu valoración intrínseca como persona para la otra persona, y que aumente, no solo la satisfacción personal, sino en al relación. Es muy común eso que se dice de: para las buenas está todo el mundo pero para las malas solo los verdaderos… y es una gran realidad, y ya no hablamos de malas solo en situaciones catastróficas, y no solo hablamos de que cuando esa persona está mal levanta el teléfono, te llama y tu estás ahí. Va más allá, se trata de esa sensación de estar mal y que haya alguien que decida regalarte una sonrisa, un buen gesto, un detalle, una sorpresa, una conversación, porque sí, sin que tu se lo pidas, sin que tú tengas que buscar a esa persona, y ahí es donde realmente está esa huella. Y eso lo puede conseguir un amigo o amiga, una pareja, un familiar, un compañero/a, un vecino o vecina, e incluso el kioskero de enfrente de tu casa, al que llegas corriendo, medio llorando al final de un día terriblemente malo, con los ojos rojos, y esa sensación de ansiedad extrañe que parece que sale de ti, y que cuando te paras a pagar, con el cambio, decide regalarte una chocolatina, con una sonrisa, y te dice que ‘nada es tan terrible si tienes chocolate’, y tu ese gesto, ese detalle, esa huella, que esa persona ha dejado ese día tan negativo, en ti, no se te olvida. Nunca.

Son ese tipo de huellas las que necesitamos de los demás, las que los demás necesitan de nosotros y las que realmente ‘dejan huella’.


Es cierto que, en algunos momentos de la vida es inevitable causar daño a los demás. No podemos, por ejemplo, seguir en una relación de pareja, de amistad o incluso familiar, porque sabemos que si la dejamos le haríamos daño a la otra persona, e incluso a nosotros mismos. No podemos seguir en un puesto de trabajo que nos hace estar mal, que no nos motiva o no nos gusta, solo porque le hacemos ‘la faena’ a la jefa o jefe de dejarlos tirados. No podemos sostener situaciones que no queremos sostener, ni convivir con circunstancias que no van con nosotros. Y eso es lo más humano y lógico del planeta, pero siempre hay que tener una cosa en cuenta: si hay algo de los que somos responsables y es del daño intencionado, de ese daño que si está en nuestra mano hacer o no hacer y del que por supuesto hay que intentar huir siempre. De ese tipo de daño que depende de nuestra actitud, de cómo afrontemos las situaciones, y sobre todo de qué demos nosotros en esas situaciones.


Y es que al final, hacer las cosas bien, tampoco es tan difícil. ¿Qué quiero que esta persona se quede de mi? ¿Qué me gustaría que pasara si me encuentro a esta persona dentro de cinco años en algún lugar, me gustaría que me mirase con recelo y me volviese la cara, o me gustaría que pudiéramos saludarnos con añoranza? ¿Cómo me gustaría sentirme cuando pensara en esa persona, tranquilo/a por saber que di lo mejor de mi, que creé un dolor inevitable pero que traté de no fomentar el dolor evitable o con cierto malestar pensando que podría haberlo hecho mejor?


Se nos conoce por nuestros actos, así que, intenta depositar los mejores que tengas en cada persona que encuentres en tu vida, eso no solo dejará una huella imborrable en la otra persona, sino que hará que tu mismo no tengas ninguna queja de ti, te sientas orgulloso/a y tranquilo/a de saber que, a pesar de lo malo, hiciste todo de la mejor forma posible.


Realmente, yo quiero ser ese kioskero en la vida de las personas. Quiero ser esa huella. Ojalá todos y todas nos lo planteáramos de esa manera. Que sencillo sería el mundo entonces. Qué fácil sería dejar en este mundo nuestra mejor versión.


Recuerda, tu huella no se ve en el suelo sino en el corazón de muchas personas.


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